El engaño

Bitácora del director

Pascal Beltrán del Río

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| 04 Mar 2024 - 09:21hrs

Regalar dinero público se ha convertido en el deporte favorito de los políticos mexicanos. Claro, como no es de ellos, como nada hicieron para que exista –fuera de recolectarlo mediante impuestos y derechos–, pues no les cuesta.


Por otro lado, repartir ese dinero les aligera la carga de tener que diseñar políticas de desarrollo y someterlas a escrutinio y a la revisión de resultados.


El arranque formal de las campañas de 2024 muestra que dicha práctica está más viva que nunca y que no tiene para cuándo terminar… mientras no se agoten los recursos fiscales, desde luego.


En sus primeros pronunciamientos en esta etapa de proselitismo, tanto la candidata oficialista Claudia Sheinbaum como la opositora Xóchitl Gálvez le entraron a las promesas de ampliar los llamados programas sociales sin decirnos de dónde saldrá el dinero para financiar esas adiciones.


O, mejor dicho, ¿en qué rubros de la actividad pública habrá que hacer recortes para que ellas puedan cumplir lo que hoy ofrecen al electorado?


Sheinbaum dijo que si gana los comicios, su gobierno creará un nuevo programa social para pagar la mitad de la pensión para adultos mayores (mil 500 pesos mensuales) a las mujeres de entre 60 y 64 años de edad. Gálvez se fue más allá y aseguró que una de sus acciones al llegar al poder sería la reducción de la edad para comenzar a recibir la pensión de adultos mayores, la cual pasaría de 65 a 60 años.


Por supuesto, ninguna de las dos informó cuánto costaría al contribuyente mexicano mantener sus respectivas promesas ni a cuánto ascendería al final del próximo sexenio.


Sheinbaum sacó, no sé de dónde, que su nuevo programa beneficiaría a “un millón de mujeres”. Sin embargo, de acuerdo con las proyecciones del Consejo Nacional de Población, a mediados de este 2024 habrá dos millones 763 mil 862 mujeres en el grupo de edad de 60 a 64 años. Para 2030, dicho sector de la población será de tres millones 319 mil 426 personas. Es decir, en el arranque de su gobierno, si dicho beneficio se diera a todas (18 mil pesos anuales por cada mujer) tendría un costo de 49 mil 749 millones de pesos. Y al final, siempre que no hubiera aumentos en el monto de la pensión para adultos mayores, de 59 mil 750 millones de pesos.


En el caso de la promesa de Gálvez, reducir la edad para recibir dicha pensión significaría agregar a casi 5.24 millones de beneficiarios, que, a 36 mil pesos anuales por cabeza, representaría gastar 188 mil 622 millones de pesos adicionales el primer año, lo cual se incrementaría en 19.2% para 2030 si no aumentara el monto de lo entregado.


Para las candidatas es muy fácil decirlo. Insisto, no es su dinero. Y no se trata de si dichos beneficios adicionales son justos o injustos. Podrán ser todo lo justos que uno quiera, pero cuando se ofrece sin saber si habrá suficiente para cubrir eso, junto con todos los demás egresos (pensiones ya existentes, servicio de la deuda y necesidades de la población en diferentes rubros, como salud y educación, etcétera), lo que se está haciendo es incurrir en una irresponsabilidad.


Alguien podrá alegar que la candidata que no se meta en la feria de promesas no ganará la elección. Es muy probable. Pero más vale perder que llegar a la Presidencia y tener que retractarse o, en el mejor de los casos –para ellas, no para el resto de los mexicanos–, heredar un problema gigantesco.


Crear nuevos programas sociales o ampliar los existentes, con el actual estrés de las finanzas públicas, sin hablar de la reforma fiscal que será necesaria para financiarlo, es abrir la puerta al estallido de tensiones sociales cuando se anuncien nuevos impuestos o recortes presupuestales o la repentina posposición de la edad de retiro.


Lo que habría que plantear, más bien, es que se pondrá en marcha un programa agresivo de creación de empleos y reducción de la informalidad laboral –podría hacerse, con base en el nearshoring–, para que los mexicanos no tengan que depender de la asistencia del gobierno.


No sé si la honestidad gane elecciones, pero al menos evita un posterior control de daños frente a multitudes enardecidas por el engaño.

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