Hacia el 2 de junio: el efecto chilango

Bitácora del director

Pascal Beltrán del Río

.

| 29 Feb 2024 - 08:41hrs

Se puede ganar la Presidencia de la República habiendo perdido la elección en la Ciudad de México.


Eso les pasó a Carlos Salinas de Gortari (1988), Felipe Calderón (2006) y Enrique Peña Nieto (2012). Sin embargo, ninguno de ellos venía de gobernar la capital de la República.


En los tiempos modernos, nadie ha logrado pasar directamente de mandar en la Ciudad de México a hacerlo en el país. Lo buscaron Cuauhtémoc Cárdenas, en 2000, y Andrés Manuel López Obrador, en 2006. Ambos fracasaron.


Ahora toca el turno a Claudia Sheinbaum. A ver si ella puede romper un maleficio que se remonta a 1855, cuando Martín Carrera pasó de ser gobernador del entonces Distrito Federal a presidente de la República (interino), luego de que la Revolución de Ayutla tumbó a Antonio López de Santa Anna.


La lealtad política de los chilangos, como escribí aquí ayer, tiene nervioso al oficialismo.


Aunque es cierto que el electorado capitalino ya negó la mayoría de los votos al candidato presidencial Cárdenas en el año 2000, la izquierda ha ganado los comicios presidenciales en la Ciudad de México tres veces consecutivas (2006, 2012 y 2018), llevando como abanderado a López Obrador, y también ha triunfado en las cinco elecciones para jefe de Gobierno que se han celebrado desde 1997.


Es por eso que la posibilidad de una derrota de Sheinbaum en la elección presidencial en la Ciudad de México y/o de Clara Brugada en la contienda para la Jefatura de Gobierno, sería un resultado desastroso para el oficialismo, incluso en el escenario de que la primera pudiera llegar a Palacio Nacional.


El presidente López Obrador prendió las señales de alerta al decir que notaba un cambio de postura política de los habitantes de la Ciudad de México.


“La gente de la capital no estaba así; ésta era una ciudad de avanzada, siempre lo fue, y ahora se ha venido empanizando, aburguesando”, lamentó en su conferencia matutina del martes 27.


El mandatario hizo sus primeros comentarios sobre el tema el jueves 22, apenas cuatro días después de la manifestación ciudadana a favor de la democracia. Ésta llenó la Plaza de la Constitución, un espacio público que la izquierda ha considerado suyo desde que Arnoldo Martínez Verdugo, candidato presidencial del PSUM, logró una buena concentración en su cierre de campaña de 1982, que recibió el mote de “Zócalo rojo”.


El presidente López Obrador había retado a sus “adversarios” a llenar la plaza cuando se estaba organizando la primera movilización ciudadana, en noviembre de 2022.


Esa vez, sus comentarios sirvieron de aliciente para que salieran a las calles muchos más de los que originalmente pensaban hacerlo. Y, aunque los convocantes no movieron el acto al Zócalo, como desafiaba el tabasqueño, sí lo cambiaron del Hemiciclo a Juárez a la más espaciosa Plaza de la República, al pie del Monumento a la Revolución. Luego, en febrero del año pasado, en la siguiente movilización, en defensa de la Suprema Corte, los participantes sí fueron al Zócalo y lo llenaron, cosa que repitieron hace 11 días.


Pero hay otros posibles ingredientes de la preocupación presidencial. Por un lado, la forma desaseada en que Morena resolvió la contienda interna por la candidatura, al quedar marginado Omar García Harfuch, quien era apoyado por Sheinbaum, para dar el paso a Clara Brugada. Además de la división interna que eso creó, la postulación de la exalcaldesa de Iztapalapa parece más difícil de digerir para los sectores de clase media que el oficialismo perdió en 2021 y busca recuperar.


Y ahora se agregan a los dolores de cabeza del oficialismo una inminente crisis por la escasez de agua en el Valle de México y hasta los efectos de los microsismos.


La seguridad con la que el partido guinda avanzaba hacia el triunfo en las elecciones de junio da la impresión de haberse empantanado en la capital, que por 27 años ha sido el principal bastión de la izquierda.

Más entradas de Bitácora del director