A la gente sólo le queda defenderse sola

Bitácora del director

Pascal Beltrán del Río

| 11 Dic 2023 - 10:53hrs

Los habitantes del pueblo fueron citados a mediodía en la cancha de futbol. Los sicarios de la Familia Michoacana pretendían cobrarles allí mismo la cuota impuesta a la producción agrícola, un peso por metro cuadrado, es decir, 10 mil pesos por hectárea sembrada. En buena temporada, un campesino de la región puede cosechar cuatro toneladas de chícharo en una hectárea, lo cual le da unos 20 mil pesos, pero ésta no ha sido una buena temporada.


Encabezados por su delegado, Noé Olivares Alpízar, los pobladores de Texcapilla –tercera comunidad en tamaño del municipio de Texcaltitlán, Estado de México– intentaron razonar con los extorsionadores. A éstos los encabezaba un individuo apodado El Payaso, quien se había hecho del control de la zona sur del territorio mexiquense, luego del aparente asesinato de Medardo Hernández Vera, alias Lalo Mantecas. Todos venían fuertemente armados.


Los sicarios no escucharon razones. O les pagaban la cuota o empezarían a matar gente. Ahí fue cuando el pueblo se levantó. Provistos de piedras, palos, machetes y algunas escopetas, los agricultores se abalanzaron sobre los criminales, quienes disparaban sus fusiles automáticos. Las detonaciones hicieron huir a algunos, pero otros siguieron adelante.


Un hombre derribó a El Payaso –pelo desteñido, playera roja, pantalón de mezclilla, fornitura café– y pronto varias personas lo tundieron a machetazos. Dicen en Texcapilla que la herida que le causó la muerte se la propinó una mujer. Los otros delincuentes trataron de huir en sus camionetas, pero no lo consiguieron. Al final de la refriega, diez quedaron tendidos en el terregal, algunos de ellos carbonizados, igual que sus vehículos. “Venían por el piso y lo besaron”, escribió alguien.


También murieron tres pobladores, entre ellos el delegado Olivares Alpízar, quien fue homenajeado en redes sociales, donde lo llamaron héroe y lo compararon con Miguel Hidalgo, por haber encabezado la defensa del pueblo. Asimismo, hubo siete heridos, dos de los cuales eran delincuentes, rescatados del hospital por un grupo armado.


La acción en Texcapilla, lugar de clima frío, situado en las faldas del Nevado de Toluca, a 2 mil 900 metros de altura sobre el nivel del mar, quizá vaya a marcar un punto de quiebre en el dominio que la Familia Michoacana ha ejercido sobre el oriente de Michoacán, el sur del Estado de México y el norte de Guerrero. Hace unos días le contaba aquí cómo tenía sometidos a los habitantes de Taxco. Por lo pronto, esta rebelión contra los extorsionadores ha puesto de manifiesto varias cosas. La primera, lo extendido de la práctica de la extorsión.
Una fuente en Taxco me decía que la Familia Michoacana tiene la mano colocada sobre tantas actividades económicas que el tráfico de drogas ya no le es indispensable. Los datos en Texcaltitlán lo dicen todo: el municipio tiene 5 mil 500 hectáreas de uso agrícola. A un peso por metro cuadrado, el derecho de piso equivale a 55 millones de pesos.


Segundo, que la autoridad no está presente. Es cierto, hubo intentos de aprehender a El Payaso –quien era identificado como Rigoberto de la Sancha, originario de Temixco, Morelos–, y también a su lugarteniente, Clemente Mendiola, alias El Ratón –quien hace unos días escapó de la policía cuando estaba a punto de casarse en una iglesia de Villa Victoria–, pero fueron finalmente los pobladores quienes pusieron fin a la carrera delictiva del primero. La extorsión se ha extendido por amplias regiones del país. Es, en los hechos, una conculcación del derecho de propiedad. El sábado se refirió a ella el presidente Andrés Manuel López Obrador. Lo hizo desde Tejupilco, no lejos de Texcapilla. Después de sostener que el país va “bien y de buenas”, mandó un abrazo “a las víctimas” y afirmó que a la extorsión hay que combatirla “entre todos”.


Afuera del lugar donde hablaba el mandatario sobre los Programas del Bienestar, lo aguardaban varios vehículos del Ejército y decenas de soldados, asignados para su protección. En Texcapilla, las fuerzas de seguridad tardaron tres horas en llegar. Por eso no me queda claro a qué se refiere el Presidente cuando dice que a la extorsión hay que combatirla entre todos.


 

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