Bitácora del directorPascal Beltrán del Río |
| 19 May 2023 - 08:51hrs
El mejor homenaje póstumo que puede hacerse a alguien es tenerlo en la memoria y vivir de acuerdo con las enseñanzas que dejó en su paso por este mundo. Eso vale más que todas las estatuas que le podamos erigir y las calles y las plazas a las que pongamos su nombre, por muy merecidas que sean.
A 31 años de su partida, el doctor Salvador Nava Martínez sigue siendo un ejemplo para quienes creemos en las virtudes de una sociedad democrática. Todos tenemos en la cabeza el modelo de ciudadano que sintetiza nuestra aspiración de país. Yo tengo claro que el mío es él.
Lo recuerdo arrojado sin ser soberbio, tranquilo sin ser timorato, honrado sin ser presuntuoso, convencido sin ser inconsciente y recto sin pretender imponer su moralidad a los demás.
Desde mi punto de vista, nada había en él que fuera una pose sino un simple ejercicio de congruencia entre lo que pensaba y lo que hacía.
Yo era un joven reportero cuando fui enviado a San Luis Potosí para apoyar a mi querido colega y hermano Gerardo Galarza en la cobertura de las consecuencias del desaseado proceso electoral para renovar la gubernatura del estado en 1991.
El país venía saliendo de la traumática experiencia de 1988, que nos dejó una elección presidencial sin triunfador claro. El ganador oficial de esos comicios, Carlos Salinas de Gortari, se había empeñado en obtener una legitimidad de facto para sustituir la que le habían negado las urnas.
Los dos principales partidos de la oposición, el PAN y el PRD, siguieron rutas distintas en la relación con el gobierno, mismas que a ratos parecían irreconciliables, aunque panistas y perredistas estuviesen convencidos de que el país requería democracia. En las elecciones federales legislativas del 18 de agosto de 1991, el PRI, el entonces partido hegemónico, echó a andar su maquinaria y aplastó a la oposición, al grado de que no faltaron priistas que afirmaran que se les había pasado la mano.
PUBLICIDAD
Ver Más
Sin embargo, en el corazón del país, un estado se convirtió en símbolo de la resistencia pacífica. En San Luis Potosí, el doctor Nava unió al PAN y al PRD como sólo él podía hacerlo. Extraño se nos hacía a los reporteros que cubríamos la fuente política ver reunidos en pos de un mismo objetivo a Luis H. Álvarez y Cuauhtémoc Cárdenas, dos dirigentes honestos y valientes, pero separados por sus respectivas estrategias.
Nava no vería sus esfuerzos coronados por la gubernatura, pero estoy seguro que ése no era su propósito esencial, sino poner al país en la ruta de la democracia. Si pudo concretarse la alianza en torno de su candidatura fue por la larga historia que tenía su esfuerzo por demostrar que otro tipo de servicio público era no solamente deseable sino posible.
Dos veces encabezó el ayuntamiento de la capital, no sin pagar un alto precio personal, dejando una demostración de eficacia y honradez en el uso del erario. Años antes de que se hablara de transparencia en México, él había pegado las cuentas en la fachada de la presidencia municipal para que cualquier ciudadano pudiera enterarse qué destino había tenido su dinero.
Su marcha hacia la Ciudad de México probó que era posible rechazar los resultados oficiales de las elecciones sin poner a nadie en peligro. Atrás se quedó el poder constituido a la mala y en su lento andar por el asfalto se concentró la razón. El oficialismo no soportó semejante muestra de dignidad y aceptó que cayera el gobernador impuesto por el fraude.
Desde luego, se extraña la presencia física de esa enorme pareja que formaban Salvador Nava y Conchita Calvillo. Pero su ejemplo de templanza y sensatez se quedó entre nosotros.
Ese legado está más que presente para contrastarse con la opacidad, la incontinencia verbal, la obsesión ideológica y el personalismo con que se guía hoy al país, así como la frivolidad, la ceguera social y la falta de generosidad que caracteriza a buena parte de la oposición.
Estoy seguro de que, si hoy viviera, el doctor nos diría que no todo está perdido, que hay un camino para construir un país en el que quepamos todo. Él, seguro, no lo diría así, pero, para mí, ese camino es tratar todos de ser como el ciudadano Nava.
*Discurso pronunciado en el foro Legado de Nava y su vigencia, en el marco de su XXXI aniversario luctuoso, 18 de mayo de 2023.