Bitácora del directorPascal Beltrán del Río |
| 28 Feb 2023 - 07:55hrs
Al frente de la enorme movilización ciudadana del domingo 26 en la capital de la República y otras ciudades del país no hay un liderazgo claro.
Existen, sí, organizaciones sociales y personalidades que convocaron a dichas concentraciones, igual que a las marchas del 13 de noviembre, pero a ninguna de ellas se les vio en la tribuna en una u otra ocasión, quizá por el estigma generado en su contra desde Palacio Nacional.
Asimismo, han participado en las movilizaciones legisladores y servidores públicos surgidos de la oposición política, pero todos ellos se han abstenido de adoptar un papel protagónico, seguramente por el temor de ser señalados como oportunistas.
Estamos ante un movimiento social sui géneris. Sin duda, es expresión de la inconformidad que existe en diversos sectores de la sociedad con el estilo del presidente Andrés Manuel López Obrador, quien, claramente, ha polarizado a los mexicanos y ha ido coleccionando adversarios, así como con los resultados de sus políticas, como la gestión desastrosa del covid-19 —enfermedad que hoy cumple tres años de haber aparecido en México—, el desabasto de medicamentos, la incesante violencia criminal y la inflación en alimentos, etcétera.
Y aunque son genuinas las preocupaciones sobre las consecuencias del llamado plan B de la contrarreforma electoral, lo que se ha visto en las calles desde hace tres meses es mucho más que eso.
Quizá sea una muestra de que se ha deshilvanado la coalición social que llevó a López Obrador al poder, en la que las clases medias tuvieron un rol relevante.
Eso es particularmente notorio en la Ciudad de México, donde Morena perdió la hegemonía política en las elecciones de 2021. La gran asistencia al Zócalo el domingo pasado evidencia que la ruptura entre las clases medias capitalinas y el oficialismo no se ha recompuesto ni tiene visos de hacerlo en el futuro cercano.
Es más, parece que el fenómeno que explotó hace casi dos años en la capital, luego del derrumbe de la Línea 12 del Metro, se ha extendido a otras áreas urbanas.
Sin embargo, como digo al principio, esta irrupción de inconformidad no tiene quien la dirija. No faltará quien alegue que no lo necesita, pero ningún movimiento social o político llega lejos sin alguien quien lo represente.
Desde luego, ese liderazgo podría surgir del movimiento mismo, como sucedió con las luchas contra la inseguridad de principios de este siglo, cuando aparecieron figuras como Alejandro Martí, María Elena Morera e Isabel Miranda, pero ésas eran personas directamente agraviadas por la violencia. Sería más complicado encontrar a dirigentes así en una lucha por evitar que el oficialismo destruya al árbitro electoral.
Imaginemos el escenario de que la Suprema Corte dé palo al plan B. ¿Qué pasaría con ese movimiento, que llenó el Zócalo? Lo más probable es que se terminara, al desaparecer la causa de la inconformidad, al menos hasta que surgiera una nueva causa.
Los convocantes a las movilizaciones tienen claro que algo está fermentándose, pero se han limitado a poner el escenario para que se exprese.
Lo paradójico es que quien se ha encargado de llenar las calles y plazas de manifestantes en su contra es el propio presidente López Obrador. A falta de una figura que dirija a este movimiento de protesta, el mandatario se ha convertido en el líder involuntario de la oposición a sí mismo.
Buscapiés
Dice el presidente López Obrador que su movimiento ha llenado el Zócalo 60 veces. No sé desde cuándo comience a contar, pero si es desde que él se convirtió en jefe de Gobierno capitalino, eso significa que lo hubiera llenado cada cuatro meses en promedio, lo cual ni siquiera ha sucedido desde que ocupa Palacio Nacional, con todo y la fuerza del acarreo. Pero en el Reino de los Otros Datos cualquier cosa es posible