Bitácora del directorPascal Beltrán del Río |
| 14 Dic 2022 - 08:53hrs
Otra vez en diciembre y otra vez Puebla. Por segunda ocasión en menos de cuatro años, el estado conoció el deceso de quien ocupaba la gubernatura.
Primero fue Martha Érika Alonso, elegida gobernadora en julio de 2018 y fallecida en un percance aéreo el 24 de diciembre de ese mismo año, cuando volaba en un helicóptero con su esposo, el senador y exmandatario estatal Rafael Moreno Valle.
Ayer fue Luis Miguel Barbosa, elegido para concluir el periodo que había correspondido a Alonso, el cual, a la muerte de ésta, apenas llevaba diez días de transcurrido.
Por estos decesos, así como un ajuste en el calendario electoral, Puebla –la quinta entidad más poblada del país– lleva siete gobernadores en menos de seis años, contando a la actual encargada de despacho, Ana Lucía Hill Mayoral. Y pronto tendrá uno más, pues el Congreso local necesita elegir a quien termine el sexenio.
No ha sido frecuente que en México fallezca un gobernador en turno. Entre los pocos casos ocurridos en los últimos 51 años, además de los mencionados, están los del guerrerense Caritino Maldonado Pérez, en 1971; el bajacaliforniano Héctor Terán Terán, en 1998, y el colimense Gustavo Vázquez Montes, en 2005. La muerte de Barbosa meterá a Puebla en una compleja dinámica política, pues ya se acercan los tiempos de la sucesión estatal y por todos lados aparecerán aspirantes a la gubernatura.
El fallecido mandatario estaba resistiendo la ambición de los legisladores federales Ignacio Mier y Alejandro Armenta para sucederlo.
La disputa con Mier, líder de la bancada morenista en la Cámara de Diputados, llegó a ser tan álgida que incluso la secretaria general del partido del gobierno, Citlalli Hernández, se ofreció como mediadora. En mayo pasado, se filtró una presunta investigación contra Mier, por lavado de dinero, lo cual derivó en una acusación del titular de la Unidad de Inteligencia Financiera, Pablo Gómez, al fiscal estatal, Gilberto Higuera, a quien el gobernador salió a defender públicamente. Por su parte, Mier calificó el asunto como un “circo”.
En agosto pasado, el gobernador criticó y llamó “cabrón” al diputado federal Gerardo Fernández Noroña, del Partido del Trabajo, por opinar que Mier era un buen prospecto para la gubernatura. En días recientes, el líder de los diputados se llevó un raspón al haber permitido que se colaran en el dictamen del plan B de la reforma electoral modificaciones que beneficiaban al PT y al Partido Verde.
Los favoritos aparentes de Barbosa para obtener la candidatura en 2024 eran la secretaria de Economía, Olivia Salomón Vivaldo, y el secretario de Salud, José Antonio Martínez García. Lo más probable es que las posibilidades de ambos se reduzcan o se esfumen ahora que ya no está su impulsor.
El oficialismo en Puebla tendrá que definir primero quién se convertirá en mandatario estatal sustituto. La lista de los posibles es encabezada por el expriista Sergio Salomón Céspedes, líder del Congreso local. Para quienes sienten que pueden pelear la nominación para el siguiente sexenio, no debe resultar muy apetitoso ser el bateador emergente y ocupar la gubernatura sólo por los próximos dos años.
El terreno político en Puebla está realmente minado. No se olvide que en las elecciones locales del año pasado la oposición arrebató a Morena la capital estatal y su zona metropolitana. El panista Eduardo Rivera Pérez, alcalde de Puebla por segunda ocasión, es uno de los aspirantes de la oposición. “Sigo en lo mío, soy el presidente municipal de la ciudad de Puebla, pero no le quito la vista al 2024”, declaró Rivera la semana pasada.
Por ello no es extraño que el presidente Andrés Manuel López Obrador acuda hoy al estado para el homenaje de cuerpo presente que se hará a Barbosa, con quien no tenía la mejor relación. Hay que recordar que el tabasqueño dejó al poblano con la mano tendida durante una gira en 2020.
Tal parece que, ante la ausencia de una figura que aglutine o estabilice, López Obrador ha decidido no dejar a la suerte o a la competencia entre facciones morenistas el control del estado, que puede resultar clave en las elecciones federales de 2024.