Urge una reforma fiscal; la electoral, ¿para qué?

Bitácora del director

Pascal Beltrán del Río

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| 26 Oct 2022 - 09:39hrs

En 1977, durante una entrevista con Nation’s Business, publicación de la Cámara de Comercio de Estados Unidos, Thomas Bertram Lance, jefe de la Oficina de Administración y Presupuesto del gobierno del presidente Jimmy Carter, acuñó una frase que se volvería parte de la cultura popular de ese país.


“Si no está roto, no lo arregles”, dijo. Y agregó: “Ése es el problema con el gobierno: arreglar cosas que no están rotas y no arreglar las que sí”.


El consejo debiera ser escuchado ahora mismo en el Congreso de la Unión, pues está cometiendo dos errores: discutir una reforma electoral que resulta innecesaria y evitar la discusión de una reforma fiscal que se requiere con urgencia.


Digo que deben escucharlo los legisladores, pues sería inútil hacer recomendaciones al autor de esas dos decisiones: el presidente Andrés Manuel López Obrador, quien, como se sabe, es hombre de ideas fijas y cálculos basados siempre en la conveniencia política y no en lo que precisa el país.


¿Para qué una reforma electoral? La mejor prueba de su inutilidad es que el marco legal que rige los comicios en México ha hecho posible que los ciudadanos puedan mandar por un tubo a los partidos políticos que, a su juicio, no resuelven sus problemas y sustituirlos por otros mediante su voto.


Para un país en el que todavía hace tres décadas existía un partido de Estado, que durante más de 70 años ganó casi todas las elecciones que se realizaron, la alternancia en el poder ha sido un enorme logro. Pero a pesar de que tres de las cuatro últimas elecciones presidenciales y dos terceras partes de los comicios para gobernador celebrados en el mismo lapso han terminado con un cambio de partido en el Ejecutivo, el presidente López Obrador —uno de los beneficiados de la alternancia— sostiene que sigue habiendo fraudes en México y que, por tanto, hace falta cambiar todo el sistema.


Es innegable que hay aspectos de ese sistema que sería bueno cambiar, particularmente el uso de dinero privado en los procesos electorales y la creciente intervención del crimen organizado en los comicios. Pero me parece que esa no es la razón por la que el mandatario propone una reforma electoral, pues esos problemas afectan a todos los partidos, incluido el suyo. 


Resulta ilustrativo que justo cuando el oficialismo trata de sacar adelante el deseo presidencial de hacer una reforma electoral, un hermano del mandatario haya sido exonerado de delitos electorales, pese a haber sido grabado cuando recibía sobres con dinero presuntamente procedente del gobierno de Chiapas y luego reconocer que ese dinero se destinó al “movimiento”.


No le demos vueltas: la razón de fondo del Presidente es asegurar que su partido no sea víctima de la alternancia en 2024, como lo han sido otros.


De esa reforma nada bueno puede salir, porque el sistema no está roto. Lo único que requeriría para mejorar su funcionamiento es una serie de cambios menores, pero, sobre todo, que se apliquen estrictamente las normas que ya existen contra quienes quieren sacar ventajas de forma ilegal.


Y al mismo tiempo que los legisladores buscan componer algo que no está descompuesto, hacen caso omiso a un problema muy grave, que requiere de su atención inmediata: el crecimiento exponencial de las obligaciones del sector público —deuda, pensiones y programas sociales, principalmente—, que dejarán al Estado mexicano sin capacidad de hacerles frente en caso de que se siga pateando el bote.


Héctor Villarreal, conocido experto en finanzas públicas, calculaba esta semana, en entrevista con Imagen Radio, que, de no atenderse esta crisis en ciernes, para 2028 o 2029 el erario caerá en la insolvencia y no podrá enfrentar sus obligaciones.


Arreglar las finanzas públicas, para ponerlas a salvo de ese cataclismo, es la reforma sobre la que debieran estar trabajando los legisladores. Esa bomba de tiempo puede estallarle en las manos al próximo gobierno, y, como no sabemos, hasta que no se lleven a cabo las elecciones de 2024, de qué partido o coalición surgirá, todas las fuerzas políticas tendrían que interesarse.


Pero no, están arreglando lo que funciona y desatendiendo lo que está a punto de tronar.

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