Bitácora del directorPascal Beltrán del Río |
| 03 Ene 2024 - 09:10hrs
Anna Krylov es una científica nacida en la Unión Soviética (Donetsk, Ucrania, 1967). Es catedrática de la Universidad del Sur de California e investigadora en el campo de la química cuántica.
Es la inventora del método spin-flip, que consiste en revertir el sentido en que giran los electrones alrededor del núcleo atómico. Ha contribuido a la popularización de la ciencia mediante películas, como Láser (2010), con miles de vistas en YouTube.
Tiene una maestría por la Universidad de Moscú y un doctorado por la Universidad Hebrea de Jerusalén. Ha publicado más de 300 investigaciones académicas. En 2007 recibió la medalla Dirac, máxima distinción otorgada en la química computacional.
En años recientes, Krylov ha expresado su preocupación por la manera en que la ideologización ha afectado la investigación científica, mediante la censura y la política de la cancelación. Su trabajo académico Critical Social Justice Subverts Scientific Publishing (2023), lanzado por la Cambridge University Press, advierte sobre los efectos negativos que el llamado wokismo ha tenido sobre la “habilidad del ser humano de ver el mundo como es y, así, resolver nuestros problemas más retadores”.
En el documento, Krylov sostiene que la mayor amenaza en ese sentido proviene de las posturas ideológicas agrupadas en la denominada Justicia Social Crítica (JSC), concepto que para ella no es sino un eufemismo, “pues nada crítico hay en ese movimiento en un sentido positivo y porque tiene tanto que ver con la justicia social como con el Ministerio del Amor, de Orwell, tiene que ver con el amor”.
Dicha ideología, agrega, tiene raíces filosóficas en el marxismo, el posmodernismo y sus derivaciones y se conflictúa con la Ilustración liberal que dio lugar al humanismo, la democracia y la ciencia moderna, “ideas que han convertido al mundo en más saludable, más próspero, mejor educado y, de muchas maneras, más tolerante y menos violento”.
¿De qué maneras afecta la ideología a la investigación y publicación de la ciencia, e incluso a la educación científica, la contratación de catedráticos y el financiamiento de la ciencia?
Krylov aporta varios ejemplos.
Dice que mientras la epistemología liberal sostiene que una verdad provisional es alcanzable, la de la JSC “reemplaza el concepto de verdad por lo de ‘narrativas múltiples’ y ‘formas alternativas de conocimiento’”, y sostiene que cualquier alegación de verdad es una imposición de los poderosos.
Afirma que la censura, que es “antiética en la producción del conocimiento”, se ha vuelto una realidad en la esfera de las publicaciones científicas.
Informa que instituciones de tanta historia como la Real Sociedad de Química del Reino Unido y la Sociedad Americana de Química han elaborado guías para impedir la publicación de contenido considerado como “ofensivo”.
“Lo que es considerado ‘dañino’ es tan vago o poco específico que puede abrir la puerta a una censura de características ideológicas”, alerta.
Por más absurdo que parezca, uno de los términos proscritos tiene que ver con el nombre de un protocolo clínico conocido como “ciego” y que se remonta al siglo XVIII. Un ejemplo es cuando un grupo de estudio recibe una vacuna real y otro una vacuna falsa. Aunque la expresión derivó de las investigaciones del físico francés Charles d’Eslon, quien colocaba una venda en los ojos a los participantes para no contaminar los resultados, ahora se considera que ese nombre es ofensivo.
Las guías también advierten contra el uso de términos como “mercado negro”, “Nuevo Mundo”, “tiempos oscuros”, etcétera. Habrá quien diga que pueden encontrarse expresiones alternativas, pero ¿cómo sustituimos la de “peso saludable?”, también prohibida por estos nuevos ideólogos. ¿Dejaremos de decirle a alguien que su peso representa un riesgo para su salud sólo porque alguien lo considera ofensivo?
Krylov ha puesto el dedo en la llaga (perdón si alguien se siente ofendido por mi elección de palabras). El riesgo que esto representa para el avance de la ciencia debiera impedir que nos hagamos de la vista gorda.