Bitácora del directorPascal Beltrán del Río |
| 20 Dic 2023 - 09:13hrs
No son pocas las desigualdades que campean en la sociedad mexicana.
Por ejemplo, si usted es pobre –la mayoría de la población–, la única opción que tiene para educar a sus hijos es enviarlos a la escuela pública.
Por supuesto, puede tener la suerte de que le toque una con instalaciones adecuadas, pero sepa, de entrada, que de acuerdo con el documento Principales Cifras del Sistema Educativo Nacional, de la SEP, 23% de las escuelas de educación básica no tienen agua potable; 9% no tienen electricidad y 70.2% no están conectadas a internet.
Si, en cambio, usted no es pobre, puede escoger alguna escuela particular entre las cerca de 50 mil que existen en el país (un quinto de las públicas). Claro, deberá pagar la colegiatura, entre 2 mil 500 y 18 mil pesos mensuales, dependiendo de su elección, pero, en la mayor parte de los casos, sus hijos no tendrán que padecer los “problemas de deterioro e insuficiencia” de la infraestructura de las escuelas públicas que encontró el Coneval en su reporte sobre el regreso a clases después de la pandemia.
Ahora, algo semejante pasa con las vacunas contra el covid-19. Si usted es pobre, la única opción que tiene es aplicarse alguno de los biológicos que el gobierno mexicano compró en Cuba (Abdala) y Rusia (Sputnik), disponibles en el sector salud.
En cambio, si es usted rico, a partir de hoy podrá optar por la Comirnaty, de Pfizer, o, dentro de poco tiempo, por la Spikevax, de Moderna. También podrá adquirir esas vacunas, a su conveniencia, en la sucursal de alguna de las cuatro cadenas de farmacias que las ofrecerán, a un precio que rondará los 900 pesos.
Ambas vacunas han sido actualizadas para hacer frente a la subvariante XBB 1.5 de la variante Ómicron, que apenas comenzó a ser observada a nivel internacional a fines del año pasado.
¿Qué le queda a usted si es pobre? Recibir las vacunas Abdala o Sputnik, que fueron las que adquirió el gobierno para esta etapa de la inmunización. Claro, siempre que las encuentre en la clínica o el hospital al que acuda. Ninguna de las dos ha sido actualizada para proteger contra las subvariantes de Ómicron que están actualmente en circulación. Hasta agosto pasado, ninguna de las dos había recibido el aval de la Organización Mundial de la Salud, aunque sí de la Cofepris.
Tampoco habrá vacunas gratuitas para todos los mexicanos sino sólo para 24.5 millones, mismos que el gobierno considera población de riesgo.
Al tiempo que celebró la llegada a México de las vacunas de Pfizer y Moderna –porque “es importante que tengamos opciones y la posibilidad de ponernos vacunas de la mayor eficacia”–, el médico internista e infectólogo Francisco Moreno Sánchez lamentó que la política de salud pública haya dado lugar la discriminación. “Con esto, habrá mexicanos de primera y de segunda”, afirmó, en entrevista para Imagen Radio.
Abundó: “Lo lógico hubiera sido adquirir las mejores vacunas para la población de riesgo, a fin de no hacer diferencias entre mexicanos”.
Pues sí. Lo que importa es cuidar la salud de los mexicanos, no las afinidades ideológicas con los países donde se producen las vacunas.
BUSCAPIÉS
*La lucha de los familiares de los desaparecidos es por encontrar a sus seres queridos, no para que sigan ausentes. No debiera uno tener que recordar lo obvio, pero está raro que casi una semana después de que el gobierno federal dijera que ya localizó a más de 16 mil de ellos con vida, no se haya sabido públicamente de ninguno de esos casos ni del júbilo que debiera provocar la noticia de su reaparición.
*Entre los colectivos de madres buscadoras a los que he podido entrevistar en días recientes, la respuesta ha sido la misma. Pocos o ninguno de sus integrantes fueron visitados con motivo del “censo” que se realizó para intentar probar –en palabras del presidente López Obrador– que no hay más desaparecidos en este sexenio que en el de Felipe Calderón. Si no fueron con ellos, ¿con quiénes fueron?