México-Estados Unidos: la mutua desconfianza

Bitácora del director

Pascal Beltrán del Río

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| 16 May 2025 - 09:29hrs

La relación entre México y Estados Unidos navega por aguas turbulentas, donde la cooperación en materia de seguridad se ha convertido en una zona minada de tensiones y sospechas.


La firmeza del presidente Donald Trump en cumplir sus promesas de campaña en lo referente a la lucha contra el narcotráfico y la seguridad fronteriza, choca frontalmente con la sensibilidad de México ante lo que percibe como injerencia.


No debe excluirse que la entrega de 29 presuntos narcotraficantes a la justicia estadunidense, en febrero, lejos de distender el ambiente, parece haber exacerbado las fricciones, abriendo un capítulo donde la colaboración se mezcla con la suspicacia.


Es evidente que la maquinaria judicial de EU, en su labor de construir casos sólidos contra los individuos extraditados, despliega una intensa labor de recopilación de inteligencia. Incluye cartografiar la red de narcolaboratorios en México, e inevitablemente roza líneas sensibles al explorar las posibles complicidades entre el poder político y las estructuras criminales.


Si bien el esfuerzo es crucial desde la perspectiva de Washington para asestar golpes contundentes al crimen organizado, genera incomodidad en México, donde la sombra de la corrupción y la impunidad es una realidad persistente.


El incidente del pasado miércoles, con el post del ICE sobre un supuesto operativo exitoso de su agencia de inteligencia HSI en Sinaloa, seguido de un categórico desmentido por parte de la presidenta Claudia Sheinbaum, ilustra a la perfección el delicado equilibrio. La posterior matización de la embajada estadunidense, insistiendo en que hay cooperación bilateral, no logró disipar la sensación de la desconexión en la narrativa y, posiblemente, en la ejecución de las estrategias conjuntas.


La firmeza de Sheinbaum al negar la presencia de agentes estadunidenses operando unilateralmente en territorio mexicano subraya la creciente preocupación por la percepción de una extralimitación por parte de las agencias estadunidenses.


La estrategia de presión de Washington se ha intensificado con la confirmación de la suspensión de visas a políticos mexicanos, una medida que, según fuentes consultadas por la agencia ProPublica, podría extenderse. Esta medida, aunque presentada como un mecanismo para exigir mayor transparencia y compromiso en la lucha contra el crimen, es vista por algunos sectores en México como una forma de coerción que socava la confianza mutua y la disposición a colaborar de manera genuina.


En este contexto, la llegada a México, ayer, del nuevo embajador estadunidense, Ronald Johnson, reviste una importancia particular. Su perfil, como exmiembro de las fuerzas especiales del Ejército y exagente de la CIA especializado en operaciones, sugiere que Washington busca fortalecer no sólo la inteligencia y la coordinación operativa, sino también la gestión de la información y la comunicación estratégica en un tema tan sensible.


Es natural que las agencias estadunidenses deseen capitalizar mediáticamente los golpes asestados a los cárteles, especialmente en un clima político interno donde la seguridad fronteriza y la lucha contra las drogas son temas prioritarios. Sin embargo, esta necesidad de mostrar resultados puede chocar con la cautela y el respeto a la soberanía que México exige.


La situación actual demanda una reflexión profunda sobre el futuro de la cooperación en seguridad entre ambos países.


México debe abordar con seriedad los desafíos internos en materia de corrupción e impunidad para fortalecer sus propias instituciones y demostrar su compromiso en la lucha contra el crimen organizado. Por su parte, Estados Unidos debe actuar con inteligencia y respeto, entendiendo que la colaboración genuina se basa en la confianza mutua y el reconocimiento de la soberanía del otro. Ambas cosas son complementarias e indispensables.


La cuerda floja sobre la que caminan las dos naciones exige equilibrio, comunicación clara y, sobre todo, una visión compartida de un futuro donde la seguridad de ambos lados de la frontera sea una prioridad ineludible. Cualquier paso en falso podría tensar aún más la cuerda, con consecuencias indeseadas para ambos países.

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