La división, kriptonita para el oficialismo

Bitácora del director

Pascal Beltrán del Río

.

| 02 Jun 2023 - 09:32hrs

El proceso electoral de Coahuila –que culmina el próximo domingo con las votaciones–, así como el del año pasado en Durango, han mostrado a la oposición una manera de poner de rodillas al oficialismo.


Si éste se divide y la oposición se mantiene unida en torno de una candidatura que sea aceptable para los partidos que integran su alianza, se le puede ganar.


Ya ocurrió en Durango y, a juzgar por las encuestas en Coahuila, también sucederá allí.


En el primer estado, el oficialismo padeció el pleito interno que se dio por la postulación entre Marina Vitela Rodríguez, alcaldesa de Gómez Palacio, y el senador José Ramón Enríquez Herrera.


Morena optó por Vitela como candidata a gobernadora, a fin de cumplir con la cuota de paridad de género, pero esa decisión de su dirigencia desató la molestia de Enríquez, cuyos simpatizantes boicotearon la campaña de aquélla.


Por parte de la oposición, el aspirante fue el priista Esteban Villegas, quien puso un especial empeño en volverse aceptable para el entonces mandatario estatal, el panista José Rosas Aispuro, labor que emprendió meses antes de la elección.


Villegas, quien ganó la elección con 53% de los votos, hizo una campaña que no se centró en la crítica del presidente Andrés Manuel López Obrador, sino en señalar las deficiencias de algunas de sus políticas, como el desabasto de medicamentos, planteando maneras de remontar esos problemas.


En el vecino estado de Coahuila, el candidato Manolo Jiménez Salinas, de la coalición PRI-PAN-PRD, ha seguido un camino similar: primero, la postulación del priista fue aceptable para el PAN, partido que disputó fuertemente la gubernatura en décadas recientes; segundo, Jiménez no se ocupó de López Obrador durante su campaña, y, tercero, aprovechó la división del campo cuatroteísta para señalar que lo suyo era “trabajo” y lo de sus adversarios, “grilla”.


Muy tarde trató Morena de atajar esa fractura, que llevó a la coalición de gobierno a presentar tres candidatos a la gubernatura: Armando Guadiana, por Morena; Ricardo Mejía, por el Partido del Trabajo, y Lenin Pérez, por el Partido Verde. Al cinco para las doce, las dirigencias del PT y del Verde se deslindaron de sus aspirantes, pidiendo el voto para Guadiana, pero, con las boletas ya impresas, el efecto de esa decisión parece que será de marginal a nulo.


Quizá el oficialismo haya operado en Coahuila pensando más en las elecciones de 2024 que en las de este año. El espectro de una división entre sus aspirantes presidenciales sin duda le quita el sueño. La fractura, está visto, es su kriptonita, ese material ficticio capaz de debilitar y hasta matar a Superman.


Desde la perspectiva de la oposición, es complicado que se puedan reunir tantos factores para volverla competitiva el año entrante. Pero cuando hay posibilidades, hay esperanzas.


Requerirá de una división en Morena, como la que no se dio en el Estado de México, donde los tres aspirantes a la candidatura para el gobierno estatal hicieron un rápido y eficiente cierre de filas. Necesitará también un aspirante que sea aceptable para todos los participantes en su alianza y que entusiasme también a los grupos ciudadanos que confluyen en ella. Y, finalmente, un mensaje con tono optimista y constructivo, que evite caer en el juego de la polarización que practica el Presidente.


En suma, veremos si el oficialismo es capaz de lavar la mala sangre que contamina la competencia entre sus corcholatas –particularmente entre Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard– o si será víctima de una división que abra la puerta a una contienda reñida con la oposición. Y también si ésta puede sacar una candidatura presidencial de consenso que embone con las distintas visiones ideológicas y expectativas de los participantes en la alianza.


Sin esa combinación de factores, un triunfo opositor e incluso una victoria a medias, como arrebatar a Morena el control del Congreso, se ve muy distante.

Más entradas de Bitácora del director