Bitácora del directorPascal Beltrán del Río |
| 30 May 2023 - 09:08hrs
A casi un año de las elecciones presidenciales y legislativas federales, existen muchas incógnitas sobre cómo pintará el próximo sexenio en materia política.
No podría ser de otra manera, pues aún estamos a varios meses –cinco o más– de que los partidos definan a sus candidatos para el Ejecutivo.
Además, el resultado de la elección de gobernador en el Estado de México seguramente incidirá en las decisiones que tomen el oficialismo y la oposición, por lo que es importante esperarlo antes que hacer pronósticos.
Sin embargo, ya hay algo que no cambiará más allá de los nombres que aparezcan en la boleta de los comicios presidenciales: son irrepetibles las condiciones en las que llegó al poder el actual mandatario, así como su estilo personal de gobernar.
Por eso, se llame como se llame el próximo presidente o presidenta, el país tendrá un escenario político totalmente nuevo, aunque, al mismo tiempo, no habrá forma de escapar a algunos de los cambios que le ha impreso Andrés Manuel López Obrador durante su mandato.
El oficialismo sostiene que durante el periodo 2024-2030 se dará la “continuidad” de la autodenominada Cuarta Transformación, mientras que para la oposición será un tiempo para el “rescate del país”.
Lo más seguro es que no sea una cosa ni otra. Hay aspectos que han sido modificados para siempre. Por ejemplo, la comunicación del Ejecutivo. Más allá de que no necesariamente habrá mañaneras el próximo sexenio, quien suceda a López Obrador difícilmente podrá evitar un contacto directo frecuente con los medios. Asimismo, no será fácil que viva en un lugar distinto que Palacio Nacional.
Otra herencia indeleble es la revocación del mandato. Desde 1932, ningún presidente ha dejado inconcluso su periodo. A partir de 2028, cuando vuelva a existir la posibilidad de consultar a la ciudadanía para decidir si el Ejecutivo sigue en su cargo, es posible que en algún momento volvamos a tener un periodo presidencial inconcluso. Eso implica que los siguientes mandatarios tendrán que gobernar pensando en ello.
Eso nos lleva a las diferencias de estilo y colmillo político de López Obrador y quien lo suceda. El tabasqueño pudo promover la inclusión de la revocación en la Carta Magna sin temer a ser víctima de ella. Es más, la usó a su favor, como una ratificación del mandato. Sus sucesores no tendrán tanta suerte.
¿Por qué? Porque ninguno de ellos será López Obrador. Lo digo en el sentido de que ninguno –en el futuro previsible– tendrá las habilidades políticas de él. Por ejemplo, ninguno podrá usar una conferencia de prensa para señalar a sus adversarios como lo hace el Presidente, sin pagar las consecuencias, o para decir, como hizo él ayer, que la Suprema Corte le quiere dar un “golpe de Estado técnico”.
Aun si proviene de la 4T, el próximo presidente o presidenta seguramente tendrá que gobernar sin el apoyo en el Congreso del que ha gozado López Obrador. Y si en realidad quiere ejercer el mando, se verá obligado u obligada a distanciarse o incluso a romper con el expresidente –porque tal es la tradición política mexicana en la historia moderna–, a menos que se quiera convertir en su rehén. Por ello no podrá esperar que él lo (la) ayude a gobernar.
En suma, hay una serie de incógnitas que se resolverán en los próximos meses, pero también una certeza: el lopezobradorismo no es replicable.
DESCANSO
El avance electoral de Vox, partido de extrema derecha en España, no se entendería sin la polarización de la sociedad que practicó Podemos, socio del PSOE de Pedro Sánchez en el gobierno español, condenado a la extinción por los votantes en los comicios regionales del domingo. Eso es lo que pasa con los radicalismos: se dan cuerda unos a otros.