Bitácora del directorPascal Beltrán del Río |
| 26 May 2023 - 07:57hrs
El recorrido de la humanidad está repleto de personajes y acontecimientos que han dejado una huella indeleble en nuestro mundo. Sin embargo, a menudo caemos en la trampa de simplificar la narrativa histórica, dividiendo a los protagonistas en las categorías de “héroes” y “villanos”.
Esta visión maniquea –que se ha acentuado en los tiempos polarizados que vivimos– puede llevarnos a tergiversar la realidad y perder de vista la complejidad de los actores históricos y sus circunstancias. También nos arrebata la posibilidad de conocer los detalles finos con los que se construye una personalidad, los cuales nos permiten valorar en su justa dimensión a los hombres y mujeres que trascendieron su época.
El uso político de la historia –es decir, la manipulación de los hechos del pasado para justificar las decisiones que toman en el presente los gobernantes y líderes partidistas– requiere de esa simplificación. Si para la academia la convivencia de matices numerosos y contradictorios resulta un tesoro, para la política significan un estorbo.
La política no busca la comprensión cabal del pasado y el presente, sino imponer una visión subjetiva sobre el mayor número posible de individuos. Su propósito es crear adeptos, mas no individuos libres, enterados y críticos.
El estudio del pasado muestra que los personajes históricos son seres complejos, influenciados por factores sociales, políticos y culturales. Abrazar una visión equilibrada, nos lleva a reconocer que aquellos que han sido etiquetados como “buenos” pueden tener fallas y contradicciones, y aquellos catalogados como “malos” pueden haber tenido motivos comprensibles. Y no es subestimar los logros de los primeros ni sobreestimar las circunstancias que orillaron a los otros a actuar como lo hicie- ron, sino perseguir un conocimiento equilibrado.
Los distintos regímenes que ha tenido el país, particularmente los de larga duración, intentaron incidir en el pensamiento de los mexicanos con una interpretación a modo de la historia.
Incluso el Himno Nacional, que cantamos patrióticamente, es una muestra de cómo echó mano del pasado el dictador Antonio López de Santa Anna para tratar de unir a los habitantes del país y distraerlos de la rebelión que ya se estaba formando en las montañas del sur del país, comandada por el general Juan Álvarez y que luego sería conocida como la Revolución de Ayutla. Cuando en noviembre de 1853 se lanzó el concurso para componer el himno, Santa Anna estaba pensando en el 25 aniversario de su victoria en la Batalla de Tampico, durante el intento de reconquista comandado por Isidro Barradas, que se celebraría al año siguiente.