Bitácora del directorPascal Beltrán del RÃo |
| 05 Sep 2022 - 09:18hrs
Si alguna lección se puede extraer de los hechos de la última semana en la política mexicana es que no se debe confundir la popularidad con el poder. Es cierto, al Presidente aún le alcanzan las facultades metaconstitucionales para ordenar el desaire de cuatro secretarios de Estado a la plenaria de los senadores de Morena, con todo y que ya estaban confirmados.
Asimismo, para cambiar la hora de su mensaje por el 4to Informe de Gobierno —de las 11 de la mañana a las 5 de la tarde— a fin de obligar a la posposición la apertura del periodo ordinario de sesiones del Congreso de la Unión, que por ley debe ocurrir a las 17 horas.
También, para imponer la disciplina del “no le quiten ni una coma” a los diputados federales del oficialismo —de la que se zafó apenas un puñado de legisladores rebeldes— para aprobar, al vapor, que la Secretaría de la Defensa tenga el control operativo y administrativo de la Guardia Nacional, pasando por encima de la Constitución, que dispone que esa corporación de seguridad sea de carácter civil. Sin embargo, por debajo de la superficie, el mando real del mandatario da visos de haber comenzado a minarse, pese a la estabilidad que ha mostrado la popularidad de Andrés Manuel López Obrador, que se ha mantenido en las vecindades del 60 por ciento.
Para muestra, un par de botones:
El miércoles, fracasó la operación gubernamental para restar control a Ricardo Monreal sobre la bancada morenista en el Senado. Superados algunos pasajes de incertidumbre, el zacatecano logró que su aliado Alejandro Armenta ocupe la presidencia de la Mesa Directiva de esa cámara, superando a Higinio Martínez, quien contaba con el impulso de Claudia Sheinbaum, la corcholata presidencial favorita.
Luego, el viernes, en su conferencia mañanera, López Obrador aceptó haberse equivocado —cosa por demás extraña en él— al hacer las nominaciones a cuatro asientos en la Suprema Corte. No se refería a que esos hoy cuatro ministros hayan demostrado falta de capacidad para cumplir con su responsabilidad, sino que no se han sometido a las prioridades de la “transformación”.
El Presidente lamentó que él haya tenido la oportunidad de cambiar la “mayoría” en la Corte –donde, según él, casi todos los ministros están a disposición de la “oligarquía” y dedicados a aplicar “la retórica del conservadurismo de que la ley es la ley”— y que haya fracasado en el intento.
“Me equivoqué, porque hice propuestas, pero ya una vez que propuse, ya sea por el cargo o porque cambiaron de parecer, ya no están pensando en el proyecto de transformación y en hacer justicia, ya actúan más en función de los mecanismos jurídicos”.
Y justamente en el Senado y la Suprema Corte vendrá esta semana una prueba más de qué tan tonificado está el músculo presidencial, que López Obrador presumió desde antes de su toma de posesión, cuando apareció en un video en el que se veía, a un costado, el libro titulado Quién manda aquí.
Hoy, en el máximo tribunal, está previsto que se inicie una discusión sobre la constitucionalidad de la prisión preventiva oficiosa, ante la cual la Presidencia ha reaccionado como un torbellino para impedir que los ministros la supriman, pese a que ha sido causa de múltiples injusticias y a que viola convenciones internacionales de que México es parte.
Y mañana, en el Senado, se iniciará el procesamiento de la minuta, recibida de la Cámara de Diputados, para encuadrar la Guardia Nacional en la Secretaría de la Defensa, que el Presidente quiere que se apruebe para antes del 16 de septiembre, a fin de que, como ya decidió él, la Guardia Nacional encabece el desfile conmemorativo de la Independencia.
En ambos espacios, ministros y senadores tendrán la oportunidad de mostrar su independencia de criterio o su sometimiento al poder. Para unos y otros será un Rubicón, ante el cual sólo podrán dar un paso adelante o un paso atrás.
En el caso del Presidente, se sabrá si él todavía manda —él y sólo él— o si se ha quedado únicamente con la popularidad, mientras muchos de sus aliados, antes incondicionales, ya andan pensando en la sucesión de 2024, la cual, aún no se sabe bien por qué, el tabasqueño decidió adelantar.