Tinta y tinte de una mujerValeria Aime Tannos Díaz |
| 22 Oct 2024 - 16:43hrs
Encontré uno de los libros que más estrés me ha causado en los últimos años de lecturas feministas, y debo admitir que la mayoría de los libros referentes al tema, de verdad son muy estresantes, son complicados y hasta he llegado a somatizar con fuertes dolores de cabeza. Pero para saber de temas fuertes hay que leer de temas fuertes.
Esta semana me sumergí con Roxane Gay, una profesora, comentarista, editora y escritora feminista que se dedica a estudiar y hablar de temas feministas. Sus libros más famosos son “Mala feminista” y también el que actualmente estoy leyendo “No es para tanto. Notas sobre la cultura de la violación”, del cual he aprendido mucho acerca de cómo funciona esta cultura.
Debo empezar aclarando que no es lo mismo la violación que la cultura de la violación. Dentro de los temas feministas (como en muchos otros temas) existe la brecha entre lo social y lo legal o lo político. En el Código Penal de Veracruz la violación se encuentra tipificada como el acto de tener cópula con una persona por medio de violencia física o moral.
Eso es la violación a grandes rasgos, pues el artículo tiene muchos supuestos. Para entender mejor la cultura de la violación te diré que se trata de cómo se va a exponer a la víctima socialmente cuando suceda el acto de la violación, me refiero a la revictimización que recibirá en automático. En pocas palabras; se trata de una opinión pública afable con el agresor.
Probablemente pienses que no es así o que eso no sucede, pero sí es así. La opinión pública se encarga de que los privilegios del agresor salgan al aire y se cuestione a la víctima en todo su esplendor. Imagínate que se cuestiona hasta el cómo se defendió la víctima del acto. No estoy inventando nada. El libro es una antología que narra, en cada historia, la vivencia de las víctimas.
Desde la introducción del texto te vas identificando con cada una de las palabras de Roxane, con cada coma, cada punto y cada palabra plasmada, que más que una palabra, va emanando un sentimiento de estrés, de coraje, de autopercepción y finalmente te lleva a sentirte identificada con todo lo que estás leyendo.
Para mi mala suerte y creo que, para muchas de nosotras, me sentí identificada con más de una historia y, de cada una de ellas aprendí bastante, por ejemplo: aprendí que dentro de la cultura de la violación hay incluso actos, como el abuso sexual, que son parte de esta cultura. El acoso y la cosificación son también el problema, aunque pensemos que no es para tanto. Todo lo que conlleve a acosarnos, cosificarnos, abusarnos, maltratarnos y violarnos es para tanto. Aprendí a no minimizar nada.
Aprendí también que mi agresor (y tal vez el de muchas) no tuvo, no tiene, ni tendrá idea de lo que hizo o de lo que causó después de su acto. La percepción de muchos de ellos es una constante negación (la misma cultura así les enseña) al pensar que ese acto no es una violación por falta de circunstancias agravantes, como, por ejemplo, la falta de violencia.
Otra cosa importante que aprendí de la lectura es que debería sentirme agradecida si es que no me han violado, debo sentirme tranquila y en paz si no he sido parte de ese alto porcentaje de mujeres que han violado, porque tal vez a mí únicamente me han acosado en la calle e incluso, debo sentirme valorada y visible si es que me piropean ¿Es acaso un cumplido que me vean así?
De la misma manera no debería quejarme si es que me abusan sexualmente porque por lo menos estoy viva y no he sido violada, porque no es para tanto. La cultura de la violación me enseña también a que debo contener la humillación de estar caminando por la calle y que toquen partes de mi cuerpo sin mi consentimiento o que si no puedo aguantar eso mejor deje de frecuentar aquellos lugares de acoso.
Me ha enseñado también que no importaría la edad que tuviera, no importaría si voy en la calle con mis hijos de la mano y voy desarreglada. No importaría cómo luzco porque de igual manera me van a acosar y me van a insultar delante de mis hijos, pero debería estar agradecida por tener esas miradas lascivas después de haber sido mamá. Es eso o la invisibilización.
La cultura de la violación me ha enseñado que la violación en sí es un acto cultural y político y que te despoja de todo sentido de pertenencia, te hace despolitizar tu cuerpo y tu orgullo, tu dignidad. Te convierte en nada. Me enseñó que la violación es un arma ideológica y que es la inminente conclusión heteropatriarcal. La violación es poder.
Me enseñó que al contar mi historia me estaré exponiendo yo y únicamente yo porque me van a cuestionar y juzgar hasta haberme convertido en un número, en un expediente y en una mujer más que, por lo menos, no está desaparecida, ni muerta. Aprendí también que mi agresor no piensa en mí.
Mi agresor no piensa, ni pensará, en lo que me hizo, en lo que hizo con mi cuerpo, con mi mente y con la joven a la que hoy siento que debí cuidar más y que no supe defender; la cultura de la violación me ha hecho creer que estos actos jamás van a detenerse y que siempre se nos va a exigir a nosotras mucho más para que a nuestros privilegiados agresores no se les siga cuestionando.