Cuando ser “neutral” es apoyar al agresor

Bitácora del director

Pascal Beltrán del Río

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| 24 Mar 2022 - 08:53hrs




El 1 de septiembre de 1940, al rendir su sexto y último informe de gobierno, el presidente Lázaro Cárdenas recordó cuál había sido la postura de México ante invasiones como la de Abisinia (Etiopía), por parte de Benito Mussolini, en 1935; de Finlandia, por parte de José Stalin, en 1939, y de Francia, Bélgica y Holanda, por parte de Adolfo Hitler, en 1940.



“México resalta –dijo– por una actitud invariablemente observada de reprobación de los atentados internacionales (…); por su afirmación de respeto a la soberanía de los pueblos; por el desconocimiento sistemático de las conquistas armadas y de los regímenes emanados de la violencia; (y) por el sostenimiento vigoroso de sus ideales de paz y de justicia”.


Un año atrás –días antes de que estallara la Segunda Guerra Mundial–, Hitler había ofrecido a Cárdenas “la más alta condecoración” que otorgaba Alemania. En sus Apuntes, el entonces Presidente afirma que ésta fue “rehusada” (entradas del 22 y 26 de agosto de 1939). 


A diferencia de la clara condena de aquellas guerras de intervención, el actual gobierno de México trastabilla al fijar su postura ante la actitud beligerante de Rusia.


Esta misma semana, el presidente Andrés Manuel López Obrador se quejó de que el Congreso estadunidense haya aprobado fondos para Ucrania antes que para su plan de financiar la siembra de árboles en Centroamérica y –justo cuando se hablaba de la invasión rusa en su conferencia mañanera–, llamó a que se abra “un debate mundial sobre el papel de los medios de información en los tiempos actuales porque están muy subordinados al poder económico y es muy sesgada toda la información que transmiten”.


Ante una pregunta sobre si México buscaría ser intermediario para buscar la paz entre Rusia y Ucrania, el mandatario respondió ayer lo siguiente:


“En el caso de la guerra, nosotros no vamos a participar ni a favor ni en contra, es una postura de neutralidad la nuestra, que tiene que ver con la política exterior de México.


“Desde luego –abundó–, sí estamos a favor de la paz y de la solución pacífica de las controversias, ojalá y se dialogue y se llegue a un acuerdo, pero no queremos ser protagonistas, ofrecer nosotros intermediación; no, para eso está Naciones Unidas y el Consejo de Seguridad”.


Horas después, en la Cámara de Diputados, legisladores del oficialismo instalaron el Grupo de Amistad México-Rusia y recibieron al embajador de ese país, Víktor Koronelli, quien dijo estar confiado en que México “nunca” va a unirse a las sanciones contra Moscú. El diplomático calificó el acto de “gesto de solidaridad, apoyo y amistad”.


Días antes, el canciller ruso Serguéi Lavrov afirmó que China, India y México “no quieren estar sólo en la posición en la que el Tío Sam les ordena algo, y ellos dicen ‘sí, señor’”.


Mi padre, quien llegó a esta capital desde Chihuahua para estudiar la secundaria en los años 40, me contaba que era posible encontrar aquí opiniones favorables a las naciones del Eje, por el sentimiento antiestadunidense que prevalecía en aquel tiempo en la sociedad mexicana. Sin embargo, hubiera sido impensable que los entonces embajadores de Italia o Alemania fueran recibidos como amigos en el Congreso.


El presidente Cárdenas no dudó en calificar de “totalitaria” a la Alemania nazi (así lo dejó escrito en sus Apuntes). Y en mayo de 1942, México declaró la guerra al Eje Berlín-Roma-Tokio y envió al Escuadrón 201 a pelear en el Pacífico.


Hoy, después de un mes de la invasión rusa a Ucrania, México –un país que ha sufrido intervenciones extranjeras y la pérdida de territorio– tiene una postura de supuesta neutralidad que sirve muy bien al agresor. Qué lástima que sea así como quiera ser recordado el presidente López Obrador: como alguien que dio la espalda a una nación atacada por un vecino mucho más poderoso y que está dando ejemplo al mundo de gallardía ante la adversidad.


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